jueves, 4 de agosto de 2011

El Irreverente. "Pájaro Febres Cordero.

Según sus propias palabras: “desde siempre, siempre, siempre, siempre, desde siempre, desde el vientre materno he odiado el poder, he sido libre”. Y esa libertad es la que define a Francisco Febres Cordero, este personaje a quién alguna vez le pregunté ¿Cómo te llamas?  Y él me respondió: “Pájaro Febres Cordero”.
Es que el Pájaro pertenece a esa minoría de seres humanos que ha transitado su experiencia con nombre propio. Su nombre no es el que heredó de sus padres: Francisco, no; ese no es su nombre. Su nombre es Pájaro y es tal su identificación con este nombre que cuando alguien tiene la osadía de recordarle el otro nombre y le llama por él, el Pájaro, simplemente, no le responde, porque no sabe que se llama Francisco, él está consciente de que se llama “Pájaro”.

Ahora, claro, que si ustedes creen al Pájaro le nacieron alas y aprendió a volar, están medio acertados y medio errados. No tiene alas, no puede competir con ningún avión por un espacio en el aire; pero su ilimitada imaginación y su pluma cargada de humor y picardía le permiten sobrevolar el ancho espacio de la realidad social en la que vivimos con una soltura e ironía que más de un político quisiera que no fuera así.
“Yo soy un pájaro de tierra que no aprendió a volar. Soy como los pingüinos, o como el cormorán de Galápagos, tengo los pies bien puestos en la tierra.” 
Pero, qué ha hecho este personaje para ser entrevistado, para que conversemos con él en busca de ese algo indefinido que abre la mente al entendimiento de la realidad cotidiana. Alguna vez, en una entrevista dijo: “Mi vida ha estado ha estado orientada al periodismo”.
No le creí. Si aceptamos que el periodismo es el buscar diariamente la noticia, de callejear y sudar tras la noticia, entonces el Pájaro no es periodista; pero si entendemos que el periodismo es también la confrontación de ideas, de mirar la realidad desde la perspectiva del cirujano que con el escalpelo de su palabra disecciona los hechos y sus actores, entonces el Pájaro es un periodista y con varias décadas de ejercicio profesional. “Los medios han sido para mí, el canal por medio del cual he podido expresarme. Allí he ido forjando una forma de expresión, un estilo, pero es por este ejercicio, por este contacto diario de tantos años con la escritura”. Ese estilo no es definible, pero está compuesto de palabras de nuestro pueblo, de connotaciones propias de por aquí, que por fuera, por la superficie no dicen nada, apenas una conjunción de letras y sonidos, pero que en el fondo esconden significados que mueven el piso del entendimiento y arrancan más de una sonrisa, o quien sabe, una carcajada.
El pájaro siempre ha dicho lo que quiere decir. Es algo consustancial a él.  No creo que hubiera podido aceptar sugerencias, peor cortapisas. 

Pero, ¿cuándo descubrió el humor?
Comencemos, ¿es el humor una característica humana, que nos diferencia del resto de criaturas animales?  Hay quienes sostienen que sí, que la risa o, mejor dicho, el sentido del humor es propio de los seres humanos, y por lo tanto todos deberíamos guardar en nuestro interior esa capacidad de torcer la lógica de la realidad y arrojarnos al terreno de lo extraño, del absurdo, de lo no pensado donde se cultiva el humor. Pero no es así. Hay quienes tienen el don de provocar la risa, si no fuera así, no existirían los payasos; pero otros no llegan a tanto, apenas si pueden contar cuentos, hechos o anécdotas que arrancan una risa o una sonrisa a quienes les escuchan. El Pájaro no pertenece a ninguna de esas categorías. El Pájaro se adentra en los meandros del humor cuando escribe. Teniendo frente a uno a ese personaje, flaco, nervioso, que ríe con facilidad con evidentes síntomas de nerviosismo o timidez, uno no concibe que pudiera coincidir con aquel otro personaje que está presente tras sus artículos. Es en sus escritos donde encontramos el humor ácido que corroe el Poder, cualquier Poder, porque según sus palabras, el Pájaro no soporta el Poder. “Tengo que decir,  desde siempre, he odiado el Poder, todo tipo de poder: el Poder de los curas, en el colegio; el poder de los profesores en la escuela; todo tipo de poder. Yo creo en un ejercicio de libertad, quizás soy más cercano al anarquismo  y eso ha hecho que siempre tenga esa confrontación”.
Precisamente, ese odio al poder fue la causa de que en el colegio escribiera para los periódicos murales, ciertas frases en las que compañeros y profesores fueran descritos y cayeran en algo cercano a lo ridículo, sin que las autoridades pudieran “desquitarse” del autor de esas frases. El Pájaro aprendió que podía liberarse de esa carga, de ese odio a través de algo que se llamaba y se sigue llamando: humor.
Luego, tras la muerte de su padre, y por pedido de su madre, debió ingresar a la universidad, pero me atrevo a afirmar que la universidad no entró en él. Los códigos no llenaban su inteligencia ni su vida, y por eso, cuando descubre el teatro, la comedia humana descrita en la literatura, resulta deslumbrado y piensa que eso era lo que llenaba de significado su existencia.
A muchos de su generación les pasó lo mismo, quizás porque eran los días de rebelión en el mundo, todo era cuestionado, nada era inamovible y los jóvenes no vacilaron en desafiar el Poder. Las revueltas en Paris, en México, en Estados Unidos o en Japón, mostraban signos inequívocos de inestabilidad social. En el Ecuador también los jóvenes manifestaban con estridencia su disconformidad con lo establecido. Pero, claro, el Pájaro tomó su propio camino: el de la irreverencia.
 “Comencé en el diario El Tiempo, redactando las primeras columnas, casi por una imposición del director, Carlos de la Torre, quién me dijo: Pájaro, tú tienes que escribir una columna en la página editorial.  En esa página escribían “Los Picapiedra” que ya usaban este estilo “en serio y en broma”, que eran terriblemente duros, producto de una enorme inteligencia. Obviamente yo no pertenecía a ese grupo, ni por edad ni por calidad. Pero, ahí comencé mis columnas; escritas, digámosle así, con guante blanco, fingiéndome el inteligente, el sesudo, porque yo creía que eso era escribir una columna. Obviamente, eso me sirvió para acercarme a la palabra, para respetarla, para aprender ese sentido del ritmo, de la frase.  Pasaron los años, pasé al diario HOY, y un día, como que me desencorbaté, me emblulliné, y entonces comencé a escribir de otra manera, de una forma quizás inconsciente. Yo soy muy visceral, yo sigo el dictado de mi corazón, de mis tripas, más que de mi cerebro. Y, entonces, esta cosa distinta fue naciendo, y esa palabra a la que yo le había tenido tanto respeto, por tantos años, como que fue para mi un reto, el diseccionarla, cambiarla, modificarla. Como que también ese lenguaje cotidiano, ese lenguaje de la esquina, ese lenguaje de la calle fue incorporándose a mi propio idioma. Si, yo digo ¡chuta! Y “chuta” también se queda escrito; digo ¡masmejoresmente! Y por ahí, asoma un “masmejoresmente” y así. Entonces, fue más bien un juego, una cosa más bien lúdica, que se fue quedando, formando un estilo”.

 
Y continúa: “Yo enfrento un artículo, como me nace. Entonces, a veces me nace escribir, digamos así, en forma seria y a veces me nace escribir con humor. Y, no solo eso, sino que en ocasiones, a mitad del artículo, de que eso está pataleando, de que no quiero expresarme así, y cambio. Un artículo que pudo comenzar siendo de humor, termina siendo serio y nostálgico; y al revés, un artículo que comenzó siendo serio va adquiriendo otra forma a la mitad; entonces regreso al principio y voy transformándolo. Es, como te digo, una forma visceral con la que yo enfrento la escritura”.
EL PODER DEL PÁJARO
Probablemente el Pájaro sufra las consecuencias de su propio humor. Él dice que se opone a todo tipo de poder, y ¿se opondrá al poder que él mismo tiene? Es que no podemos negar que sus artículos inciden en la visión que sus lectores tienen de la realidad y les mueve o “manipula” su pensamiento. Se defiende asegurando que si tiene poder, como lo acusan, ese poder es inconsciente, que él no ejerce ni una pisca de poder. “No ejerzo ese poder, ni para acercarme más rápido a la ventanilla en un banco, o para saltarme la cola para las votaciones, no, no, no, no ejerzo el poder. Probablemente lo tenga, pero a pesar mío”.
SOY EL QUE PUDE
Pero esa irreverencia y ese humor ácido, el Pájaro no ejerce únicamente sobre los otros. Lo extraño es que lo ejerce también contra si mismo. Sí, el Pájaro tiene la osadía de reírse de si mismo y de su familia; por eso, algún día se atrevió a escribir o borronear un libro en cuyas páginas encontramos las historias escondidas o dicha en voz baja, que existen en todas las familias y por supuesto en la suya. Tíos, tías, primos, primas, hermanos, hermanas, esposa y hasta hijo, son protagonistas de este libro. En sus páginas escritas con ternura, a más de ese humor propio del escritor, estos personajes salen bien librados, porque a pesar de sus errores demuestran que no son otra cosa que seres humanos que para ganarle la apuesta a la vida, a veces tuvieron que hacer trampa, tal como lo dijo alguna vez el cantor. 
Pajarerear es no tomar en serio, jugar, jugar.  Pajarerías tiene un origen que es la burla de mi mismo. Yo creo que cualquier persona que hace humor, debe comenzar por ahí: no tomándose en serio. No tomarse en serio a si mismo, para no tomar en serio a los demás, no tomar en serio a la realidad. Pajarerías es ver al mundo desde otra óptica, es un juego, un escarceo, por mi propia historia, la historia de mi familia, de mis hijos, y en ese sentido es también muy cotidiano. A todos nos ha pasado estas cosas que yo cuento, yo las he recogido porque de alguna forma me impresionaron, me marcaron. Pero son esas cosas cotidianas que nos ocurren en el hogar. Es ese juego, también, con la palabra, esa falta de respeto a la academia, es ver la vida con una óptica distinta que es la óptica del humor. Entonces, “Pajarereías” tiene como meta solo eso, un humor intemporal, un humor que no es político, un humor que busca que, ojalá, a alguien sirva para sacarle una sonrisa”.
 Entonces, ¿quién es el Pájaro? Mejor dejemos que él mismo se defina: “Eugenio Aguilar, era el Editor del diario El Tiempo, y él alguna vez me dijo: “Pájaro, los periodistas somos como las prostitutas, vivimos al día.” Eso se me quedó y así vivo. Yo voy alimentándome de lo cotidiano, no pienso en el futuro.

 
No piensa en el futuro, pero con sus palabras escritas en sus artículos, construye el futuro de todos nosotros.
Su humor irreverente es el heredero de una larga tradición de periodistas ecuatorianos que a lo largo de la historia han sido capaces de entrar en el alma del pueblo ecuatoriano que frente a las adversidades ha encontrado en el humor la fuente de su catarsis.
“La Escoba” escrita en Cuenca,   “La Bunga”, publicada en Quito, “Tomás del pelo” en Guayaquil,  entre las revistas humorísticas más destacadas, Los Picapiedras entre las columnas de opinión y “El indio Mariano”, “El mosquito Mosquera”, “El Miche” y  “Don Evaristo Corral y Chancleta” que desde las tablas de los escenarios o el césped de un parque, son apenas una muestra de que el humor forma parte consustancial de nuestro espíritu y de la identidad nacional, a la que ha contribuido, en forma irreverente, el “Pájaro” Febres Cordero.

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